nota editorial septiembre 2007
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LA DIGNIDAD HUMANA, CENTRO DE LA FILOSOFÍA MUTUALISTA
“Ama al prójimo como a ti mismo”. Este mandato, repetido con una u otra forma de expresión por el
pensamiento humanístico de la doctrina mutualista y
que constituye lo más profundo de la idea de solidaridad
con nuestros semejantes, requiere para su efectiva
vigencia, la preservación de los valores éticos, morales y
culturales de los asociados, luchando contra todo
aquello que afecte su desarrollo y dignidad de persona
humana, motivación excluyente de la acción mutual, tan
cercana a los preceptos de todas las religiones
(cristianismo, judaísmo, mahometismo, budismo) que
tienen al hombre como centro de su filosofía existencial.
En ese marco conceptual, la función social de la mutua
solidaridad institucionalizada, promueve la construcción
de un orden social, con pleno respeto de la legítima
libertad y derecho de la igualdad de oportunidades del
asociado y su familia, y hace posible que el trabajo y el aporte de todos lo componentes de una asociación de
bien público, logre la protección médica, jurídica y
social, con la totalidad de los derechos fundamentales
del hombre y la mujer a una vida digna, que sea fruto de
su esfuerzo, inteligencia y espíritu creativo.
Retrotrayendo nuestro pensamiento más allá y con muy
poco esfuerzo imaginativo, podríamos mentalmente
recrear escenas del tiempo de nuestros ancestros más
remotos, procurándose entre ellos amparo, protección,
alimentos y desarrollando todo tipo de acciones
interactivas, cuya finalidad era siempre la de lograr el
bien común.
Organizarse a través de entidades que tienen como
antecedente histórico, haber sido el crisol en el que se
forjaron los sindicatos y las cooperativas obreras, por lo
que pueden exhibir las primigenias experiencias de
protección y socorros mutuos (Guildas y Cofradías del
Medioevo), que produjeron en los trabajadores, ansias
de libertad y las primeras manifestaciones de defensa
mutua, significa acercarse a la fuente de inspiración del
modelo surgido de las entrañas del humanismo.
No menos importante, para hacer ver la necesidad de
unirse fraternalmente, fueron las transformaciones e
impacto social de la revolución industrial de fines del
siglo XVIII y principios del XIX, con poblaciones de
obreros marginadas, carentes de toda protección legal y
enormes insuficiencias materiales y espirituales. Frente
a esta situación, surgieron los movimientos
reivindicativos, que se instrumentaron sobre todo en la
unidad y solidaridad para elaborar las propuestas y
estrategias dirigidas a la solución de lo que se llamó
“cuestión social”. Otra vez, afloró el espíritu de unirse
solidariamente, concientes que el hombre,
multiplicándose en número y organización, obtiene los
resultados que persigue.
Es decir, que a lo largo de toda la existencia del ser
humano, desde la prehistoria misma, prevaleció la
asistencia mutua como base fundamental e la
comunidad. Desde allí, fue consolidándose la forma de
obtener el beneficio de una mayor calidad de vida,
sustentando como prioridad el ayudar al semejante para
ser a la vez ayudado.
Los principios sustantivos de la estructura orgánica y
jurídica de las mutuales, en su versión moderna, se
nutren de cada una de las etapas cumplidas en el
trascurso de esos empíricos intentos de unidad fraternal
y es esa la enseñanza que hemos recogido de las
palabras que encabezan este mensaje, que reflejan, en el
sentido literal y semántico, la naturaleza del mutualismo
y su noble actividad en la sociedad.
Esta sólida base espiritual se traduce en los tiempos
actuales, en entidades que cumplen - dentro del sistema
solidario mas antiguo de la humanidad que ha dado
innumerables muestras de su eficacia -, un rol
preponderante en la economía social, existiendo
ejemplos en todo el mundo del valor que incorporan a la
misma, contribuyendo en el logro de condiciones
inclusivas de igualdad de oportunidades, con proverbial ecuanimidad.
El mutualismo acompaña y asiste al hombre durante
toda su vida, desde la cuna hasta su última morada.
No olvidemos, que no existe actividad legítima alguna,
que sume posibilidades de mejor servicio, vedada
jurídica o éticamente en el sistema mutual, de modo tal
que la amplia gama de beneficios que se derivan de esta
condición propiciadora, solo tiene las limitaciones que
dispongan los asociados, ejerciendo la facultad
soberana que les otorgan las normas estatutarias.
Es indudable que las mutuales pueden jugar un papel
importante en la construcción de un mundo social
caracterizado por la solidaridad, ya que representan una
fuerza de movilización y cohesión social, capaz de
responder acertadamente a las necesidades de los
ciudadanos. Asimismo, pueden ser de gran utilidad
como herramienta para modernizar y humanizar la
economía global, con oportunidades para el desarrollo
de la población en la gestión de su propio bienestar.
Solo es necesario, entonces, que las autoridades que
rigen los destinos de los pueblos, adviertan las
bondades del mutualismo y su filosofía eminentemente
solidaria, y establezcan las condiciones políticas y
sociales que les permitan a las mutuales convertirse en
instituciones eficientes e instrumentos útiles para la
comunidad, con un crecimiento económico sostenible y
dentro del marco de una sólida “unión social”. |
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